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La de un ciudadano ejemplar, plenamente integrado en la ciudad que le vio nacer.Nilo Merino fue un jurista de sólida formación, que ajustó su conducta al triple precepto romano del hombre de bien: dar a cada uno lo suyo, no hacer daño a nadie y vivir honestamente.Perteneció a la última generación de abogados tradicionales o generalistas, los que asesoraban a sus cliente en toda clase de problemas jurídicos, llamando al experto en una materia concreta cuando era menester, pero sin dejar la dirección del caso; al modo que los añorados médicos de cabecera trataban a sus pacientes en todas sus enfermedades y, solo cuando lo creían conveniente recomendaban consultar al especialista adecuado.Tuvo Nilo Merino por maestro al que lo fue de un buen número de abogados punteros, Julio Arce, grande e inolvidable decano del Colegio de Abogados de Santander. Y colaboró con otro ilustre abogado, Marino Fontecha, quien, temporalmente atraído por la Política, empuñó la vara de alcalde de Santander.También Nilo Merino participó como concejal en el gobierno de Torrelavega en el principio de la democracia, pero dejó pronto la gestión pública, no obstante reunir las mejores condiciones para ella: formación de jurista, responsabilidad moral, habilidad dialéctica, flexibilidad de carácter, buena figura, oratoria y un especial encanto para las relaciones sociales.Lo suyo era la abogacía y a ella se consagró de lleno y con pasión. Pero quiso dar más a su ciudad. Y le dio su fervor por las buenas causas ciudadanas presidiendo la Coral de Torrelavega, a la que acompañaba en muchos de sus desplazamientos por el mundo; su voluntad de mejorar el tejido cívico del municipio, ofreciendo, a través del Grupo Quercus, ideas valiosas y cumpliendo, al paso, el muy saludable deber de alzar el mérito de los que con sus obras engrandecen su cuna.. Presidió, también, la Sociedad de Amigos del Baloncesto y prestó su don de consejo a innumerables proyectos de provecho ciudadano, que nunca han cesado de brotar en la ingeniosa, emprendedora y fecunda ciudad del Besaya.Torrelavega fue siempre plaza de buenos abogados. Los apellidos Pellón, Cos, Piqué, Barquín, dieron lustre al foro de la ciudad, que sigue hoy contando con excelentes profesionales del Derecho.. Con dolor hemos de pasar ahora el nombre de Nilo Merino a esta honrosa nómina de juristas muertos que la ciudad recuerda con respeto.¡Qué pena haber perdido a Nilo, de modo tan inesperado y trágico, ahora que empezaba para él el dulce reinado de un patriarca joven que, como los del Antiguo Testamento, había reunido con su mujer , como fruto de una vida virtuosa, hijos y nietos, amigos, reconocimientos, afectos y bienes.Uno mi dolor al de su familia, bien arraigada en los principios a los que él sirvió.. Y lloro por dentro con sus innumerables amigos, ganados uno a uno por el servicio constante y la cordialidad. En sus honras funerales pudo comprobarse que son tantos que forman multitud. De ello guardará memoria la ciudad. Y se recordará que su misa de requiem terminó con un canto de ¡aleluya!, por la dicha de haber tenido entre nosotros a un hombre bueno.No le faltaba razón al arabista Emilio García Gómez al decir:: Bécquer se equivocaba cuando escribió "¡qué solos se quedan los muertos", debió decir: ¡ ....qué solos quedamos los vivos! 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Nilo Merino, In Memoriam

Falleció el día 10-01-2009
en Cantabria


Le vi por última vez en Torrelavega, el pasado mes de agosto,presentando mi libro, Informaciones la década del cambio, del cual fue Nilo Merino padrino rumboso. Contestando a sus generosas palabras, yo dije que de haber continuado en Torrelavega, donde empecé mi actividad de abogado, me habría propuesto como ideal una manera de vivir como la de Nilo Merino. ¿Cuál era esta? La de un ciudadano ejemplar, plenamente integrado en la ciudad que le vio nacer.Nilo Merino fue un jurista de sólida formación, que ajustó su conducta al triple precepto romano del hombre de bien: dar a cada uno lo suyo, no hacer daño a nadie y vivir honestamente.Perteneció a la última generación de abogados tradicionales o generalistas, los que asesoraban a sus cliente en toda clase de problemas jurídicos, llamando al experto en una materia concreta cuando era menester, pero sin dejar la dirección del caso; al modo que los añorados médicos de cabecera trataban a sus pacientes en todas sus enfermedades y, solo cuando lo creían conveniente recomendaban consultar al especialista adecuado.Tuvo Nilo Merino por maestro al que lo fue de un buen número de abogados punteros, Julio Arce, grande e inolvidable decano del Colegio de Abogados de Santander. Y colaboró con otro ilustre abogado, Marino Fontecha, quien, temporalmente atraído por la Política, empuñó la vara de alcalde de Santander.También Nilo Merino participó como concejal en el gobierno de Torrelavega en el principio de la democracia, pero dejó pronto la gestión pública, no obstante reunir las mejores condiciones para ella: formación de jurista, responsabilidad moral, habilidad dialéctica, flexibilidad de carácter, buena figura, oratoria y un especial encanto para las relaciones sociales.Lo suyo era la abogacía y a ella se consagró de lleno y con pasión. Pero quiso dar más a su ciudad. Y le dio su fervor por las buenas causas ciudadanas presidiendo la Coral de Torrelavega, a la que acompañaba en muchos de sus desplazamientos por el mundo; su voluntad de mejorar el tejido cívico del municipio, ofreciendo, a través del Grupo Quercus, ideas valiosas y cumpliendo, al paso, el muy saludable deber de alzar el mérito de los que con sus obras engrandecen su cuna.. Presidió, también, la Sociedad de Amigos del Baloncesto y prestó su don de consejo a innumerables proyectos de provecho ciudadano, que nunca han cesado de brotar en la ingeniosa, emprendedora y fecunda ciudad del Besaya.Torrelavega fue siempre plaza de buenos abogados. Los apellidos Pellón, Cos, Piqué, Barquín, dieron lustre al foro de la ciudad, que sigue hoy contando con excelentes profesionales del Derecho.. Con dolor hemos de pasar ahora el nombre de Nilo Merino a esta honrosa nómina de juristas muertos que la ciudad recuerda con respeto.¡Qué pena haber perdido a Nilo, de modo tan inesperado y trágico, ahora que empezaba para él el dulce reinado de un patriarca joven que, como los del Antiguo Testamento, había reunido con su mujer , como fruto de una vida virtuosa, hijos y nietos, amigos, reconocimientos, afectos y bienes.Uno mi dolor al de su familia, bien arraigada en los principios a los que él sirvió.. Y lloro por dentro con sus innumerables amigos, ganados uno a uno por el servicio constante y la cordialidad. En sus honras funerales pudo comprobarse que son tantos que forman multitud. De ello guardará memoria la ciudad. Y se recordará que su misa de requiem terminó con un canto de ¡aleluya!, por la dicha de haber tenido entre nosotros a un hombre bueno.No le faltaba razón al arabista Emilio García Gómez al decir:: Bécquer se equivocaba cuando escribió "¡qué solos se quedan los muertos", debió decir: ¡ ....qué solos quedamos los vivos!

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